IA: crecimiento exponencial y la singularidad

mano robótica se aproxima a mano humana al estilo "La creación de Adán" de Miguel Ángel.

En 1950, Alan Turing publicó su ensayo “Maquinaria computacional e inteligencia”, donde estableció las bases para el llamado Test de Turing: un exámen mediante el cual se mide la capacidad de una máquina para exhibir comportamiento inteligente, similar al de un ser humano o indistinguible de este. 

La metodología aplicada es relativamente sencilla: un evaluador se posiciona en una habitación cerrada, frente a dos monitores con los cuales se va a comunicar (texto mediante) con una máquina y con otro ser humano. La prueba es ciega, ya que el evaluador no sabe quién es la máquina y quién la persona y solo puede arribar a sus conclusiones mediante el intercambio escrito (la conversación), y si hacia el final el evaluador no puede distinguir quién es quién, la máquina pasa el test. 

Ahora hablemos brevemente del crecimiento exponencial: es una expresión matemática en la cual el crecimiento se aplica a una magnitud tal que su variación en el tiempo es proporcional a su valor, lo que implica que crece cada vez más rápido. Es una curva que asume dirección ascendente, hasta que a partir de cierto estadío se dispara al infinito y no hay manera de hacerla frenar o retroceder. 

Raymond Kurzweil, especialista en Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial (desde 2012 es Director de Ingeniería en Google), detectó hace rato que justamente la tasa de innovación en tecnologías de la computación crecía de manera exponencial y comprendió que no había razón técnica para que este tipo de crecimiento no se mantuviera a lo largo del siglo XXI, lo cual (tal como vemos hoy día) se cumplió y se sigue cumpliendo. 

Según los estimados de Kurzweil, para el año 2029 un ordenador pasará el Test de Turing, demostrando tener una mente (es decir, inteligencia, conciencia de sí, incluso riqueza emocional) imposible de distinguir de la mente de un ser humano. A partir de este momento es que la humanidad entraría en la singularidad tecnológica: las máquinas inteligentes podrían diseñar generaciones de máquinas sucesivamente más potentes, siendo un tipo de creación de inteligencia muy superior al control y la capacidad intelectual humana. 

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