En la década de 1980, cuando la robótica y la inteligencia artificial estaban en un momento de estancamiento, surgió un descubrimiento que cambió rotundamente la forma en la que la ciencia entiende las capacidades y posibilidades de los desarrollos tecnológicos. Se trata ni más ni menos, que de la Paradoja de Moravec.
Según este principio, postulado por Hans Moravec, Rodney Brooks y Marvin Minsky, el pensamiento razonado humano (pensamiento inteligente y racional) requiere relativamente de poca computación, mientras que las habilidades sensoriales y motoras, no conscientes y compartidas con otros animales y especies, requieren de grandes esfuerzos computacionales.
En palabras del mismo Moravec: “Comparativamente, es fácil conseguir que las computadoras muestren capacidades similares a las de un humano adulto en tests de inteligencia, y difícil o imposible lograr que posean las habilidades perceptivas y motrices de un bebé de un año”.
Para muchos expertos, la paradoja explica el porqué no se ha podido construir un robot totalmente inteligente. Gonzalo Zabala, investigador en Robótica de la Universidad Abierta Interamericana, declaró recientemente en diálogo con la BBC: “Al ser humano le ha tomado cientos de miles de años de evolución hacer cosas tan simples como, por ejemplo, mantener el equilibrio, por lo que replicar todos esos procesos a un nivel computacional es casi imposible por el momento”. Zabala también señala que sucede lo contrario cuando se trata de procesos razonados: “¿Hace cuánto que podemos hablar del hombre inteligente, de la razón? En comparación con otros procesos evolutivos, el tiempo es muchísimo menor, por lo que podemos codificar y replicar esto con mayor éxito”.
Durante muchos años, los desarrollos de IA estuvieron enfocados en la creación de programas o sistemas capaces de “engañar” a los interlocutores, para esto, se empleaba el Test de Turing. Sin embargo, hacia finales de los 70, el enfoque comenzó a tener problemas, ya que las respuestas lógicas de las máquinas no desarrollaban nada original. A partir de ese momento, se tomó el camino de crear circuitos similares a los del cerebro humano, es decir, no se buscaba un robot que pudiera responder con lógica sino uno que lograra pensar. Más o menos para esa época es que se detecta la contradicción aún no resullta: “lo que hizo la paradoja de Moravec fue darle sentido a lo que se estaba observando. Y cuando se nombra el problema, se nombran las posibles salidas al problema”, señaló Zabala.
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